Partido Comunista Internacional Cuerpo unitario e invariante de las Tesis del Partido

.

Tercera Internacional (Comunista)
4° Congreso mundial - Moscú - 1922
 
 

La táctica de la Internacional Comunista en el proyecto de tesis
presentado por el P.C. de Italia




Las condiciones necesarias para la consecución de los objetivos revolucionarios de la Internacional Comunista tienen una doble naturaleza: objetiva y subjetiva. De naturaleza objetiva son la situación del régimen capitalista y el estadio de la crisis que éste atraviesa, y de naturaleza subjetiva son las que se refieren a la capacidad de la clase obrera para luchar por el derrocamiento del poder burgués y para organizar la propia dictadura a través de la unidad de acción, es decir, consiguiendo subordinar todos los intereses parciales de grupos limitados a los de interés general de todo el proletariado, y al objetivo final de la revolución.

Las condiciones subjetivas son de dos tipos:
a) la existencia de partidos comunistas dotados de una clara visión programática y de una organización bien definida que asegure la unidad de acción.
b) un grado de influencia del partido comunista sobre la masa de los trabajadores y sobre sus organizaciones económicas, que suponga el predominio del partido comunista respecto a las demás tendencias políticas del proletariado.

El problema de la táctica consiste en la búsqueda de los medios que mejor permitan a los partidos comunistas realizar a la vez estas condiciones revolucionarias de naturaleza subjetiva, basándose en las condiciones objetivas y en el desarrollo de estas.
 

Constitución de los partidos comunistas y de la Internacional Comunista

La bancarrota de la Segunda Internacional y la revolución rusa han dado lugar a la reconstitución de la ideología revolucionaria del proletariado y a su reorganización política en las filas de la Internacional Comunista.

La Internacional Comunista, para responder a su tarea de unificación de la lucha del proletariado de todos los países hacia el objetivo final de la revolución mundial, debe, ante todo, asegurar la propia unidad de programa y de organización. Todas las secciones y todos los militantes de la Internacional Comunista deben estar comprometidos con su adhesión de principio al programa común de la Internacional Comunista.

La organización internacional, eliminando todos los vestigios del federalismo de la vieja Internacional, debe asegurar la máxima centralización y disciplina. Este proceso se desarrolla todavía en medio de las dificultades derivadas de las diferentes condiciones de los varios países y de las traiciones del oportunismo. Estas no se resolverán eficazmente por medio de expedientes mecánicos, sino con la realización de una efectiva unidad de método, que ponga en evidencia los caracteres comunes en la acción de los grupos de vanguardia del proletariado en los diferentes países.

No se puede admitir que cualquier grupo político pueda ser encuadrado en la disciplina y en la organización revolucionaria internacional en virtud de una simple adhesión suya a determinados textos, y con la promesa de observancia de una serie de compromisos. Se debe en cambio tener en cuenta el proceso real acaecido en los grupos organizados que actúan en la política proletaria (partidos y tendencias) y en la formación de su ideología y de su experiencia de acción para juzgar si pueden formar parte, y en que medida, de la Internacional Comunista.

Las crisis disciplinarias de la Internacional Comunista dependen del doble aspecto que asume hoy el oportunismo tradicional: 1) aceptar con entusiasmo las formulaciones de la experiencia táctica de la Internacional Comunista, sin entender con ello la sólida coordinación con los fines revolucionarios sino tomando solo las formas exteriores de aplicación como un retorno a los viejos métodos oportunistas desprovistos de toda conciencia y voluntad finalistica y revolucionaria; 2) rechazar las formulaciones de la táctica con una crítica superficial que las representa como una renuncia y una retirada respecto a los objetivos programáticos revolucionarios. En uno y otro caso se trata de una incomprensión de las relaciones correspondientes entre el empleo de los medios y los fines comunistas.

Para eliminar los peligros oportunistas y las crisis disciplinarias, la Internacional Comunista debe basar su centralización organizativa en la claridad y la precisión de las resoluciones tácticas y en la exacta definición de los métodos a aplicar.

Una organización política, basada en la adhesión voluntaria de todos sus miembros, solo responde a las exigencias de la acción centralizada cuando todos sus componentes conocen y aceptan el conjunto de los métodos que pueden ser ordenados por el centro para ser aplicados en las diferentes situaciones.

El prestigio y la autoridad del centro, que no dispone de sanciones materiales, sino que se vale de parámetros que pertenecen al dominio de los factores psicológicos, exigen de manera absoluta claridad, decisión y continuidad en las proclamaciones programáticas y en los métodos de lucha. En esto reside la única garantía de poder constituir un centro de efectiva acción unitaria del proletariado internacional.

Una organización sólida solamente nace de la estabilidad de sus normas organizativas; asegurando a cada uno su aplicación imparcial, ésta reduce al mínimo las rebeliones y las deserciones. Los estatutos organizativos, tanto como la ideología y las normas tácticas deben dar una impresión de unidad y de continuidad.

Por estas consideraciones, basadas en una rica experiencia, en el paso del periodo de construcción de la Internacional de los partidos comunistas al de la acción del Partido Comunista Internacional, se presenta necesaria la eliminación de las normas de organización absolutamente anormales. Como son: las fusiones de secciones aisladas de la Internacional con otros organismos políticos, el hecho de que la fusión pueda ser constituida no sobre el criterio de la adhesiones personales, sino sobre el de la adhesión de organizaciones obreras, la existencia de fracciones o grupos de organizados sobre bases tendenciales en el seno de las organización, la penetración sistemática y el noyautaye en otros organismos que tengan naturaleza y disciplina política ( lo que se aplica aún más a los de tipo militar).

En la medida en que la Internacional aplique tales expedientes, se verificarán manifestaciones de federalismo y rupturas disciplinarias. Si se frenase o invirtiese el proceso tendiente a la eliminación de dichas anormalidades, o si éstas se erigiesen en sistema, se presentaría con extrema gravedad el peligro de una recaída en el oportunismo.
 

La conquista de las masas

Tarea fundamental de los partidos comunistas es la conquista de una influencia cada vez mayor entre las masas. Con tal finalidad deben recurrir a todos aquellos medios tácticos que la situación objetiva permita y que valgan para asegurar una extensión cada vez mayor entre las filas del proletariado de la influencia ideológica y de las diferentes formas de encuadramiento que se apoyan en el partido.

La conquista de las masas no se puede realizar con la simple propaganda de la ideología del partido y con el simple proselitismo, sino participando en todas las acciones a las que los proletarios se ven empujados por las condiciones económicas. Es necesario hacer comprender a los trabajadores que estas acciones no pueden por si mismas asegurar el triunfo de sus intereses: solo pueden proporcionar una experiencia, un resultado organizativo y una voluntad de lucha para encuadrarse en la lucha revolucionaria general. Esto no se consigue negando tales acciones, sino estimulándolas con la incitación a los trabajadores a emprenderlas y presentando a estos aquellas reivindicaciones inmediatas que sirven para realizar una unión cada vez más amplia de los participantes en la lucha.

También en las situaciones de desarrollo normal del capitalismo, para los partidos marxistas revolucionarios era una necesidad fundamental la lucha por las reivindicaciones económicas concretas de los grupos proletarios en el terreno de los sindicatos y de los grupos afines. También las reivindicaciones de orden sociopolítico general deben servir al trabajo revolucionario. Pero estas reivindicaciones no deben preparar el terreno para un compromiso con la burguesía, a través del cual el proletariado pague las concesiones que ésta le ofrece con la renuncia a la independencia de sus organizaciones de clase y a la propaganda del programa y de los métodos revolucionarios.

A través de las acciones por reivindicaciones parciales el partido comunista realiza un contacto con la masa que le permite hacer nuevos prosélitos: ya que completando con su propaganda las lecciones de la experiencia, el partido adquiere simpatía y popularidad y hace nacer a su alrededor toda una red más amplia de organizaciones conectadas con los más profundos estratos de las masas, y por otra parte con el centro directivo del partido mismo. De este modo se prepara una disciplina unitaria de la clase obrera. Esto se consigue con el noyautage sistemático de los sindicatos, de las cooperativas y de toda forma de organización de interés para la clase obrera. Análogas redes organizativas deben surgir en la medida de lo posible en todos los campos de la actividad del partido: lucha armada y acción militar, educación y cultura, trabajo entre los jóvenes y entre las mujeres, penetración en el ejercito, etc.. El objetivo de ese trabajo es la obtención de una influencia no solo ideologica sino también organizativa del partido comunista sobre la mayor parte de la clase obrera. Por consiguiente, en el trabajo dentro de los sindicatos los comunistas tratan de conseguir la máxima extensión de la base de estos, así como de todas las organizaciones de naturaleza análoga, combatiendo cualquier escisión y propugnando la unificación organizativa donde la escisión existe, allí donde exista la mínima posibilidad de trabajar para la propaganda y el noyautage comunista. Tal actividad en casos especiales puede también ser ilegal y secreta.

Los partidos comunistas, aún trabajando para asegurarse la dirección de las centrales sindicales, aparato indispensable de maniobra en las luchas revolucionarias, por medio de la conquista de la mayoría en estas organizaciones, aceptan en cualquier caso la disciplina en las decisiones de estas y no pretenden que en los estatutos de las organizaciones sindicales y afines o en pactos especiales, quede establecido el control por parte del partido.
 

El frente único

La ofensiva del capital y sus particulares caracteres actuales ofrecen especiales posibilidades tácticas a los partidos comunistas para acrecentar su influencia sobre las masas. De esto surge la táctica del frente único.

La ofensiva capitalista tiene el doble objetivo de destruir las organizaciones proletarias capaces de ofensiva revolucionaria, e intensificar además la explotación económica de los trabajadores para intentar la reconstitución de la economía burguesa. Por consiguiente, la ofensiva capitalista choca directamente contra los intereses de los proletarios que aún no han alcanzado la conciencia y el encuadramiento revolucionario, y ataca a las mismas organizaciones que no tienen un programa revolucionario y están dirigidas por elementos oportunistas. La burocracia que encuadra esos organismos, comprendiendo que la aceptación de la lucha, aunque solo sea defensiva, equivale a plantear un problema revolucionario y a alistar a los trabajadores en un frente de lucha contra la clase burguesa y sus instituciones, sabotea también la pura resistencia defensiva, mientras renuncia al ilusorio programa de un mejoramiento gradual de las condiciones de vida del proletariado.

Esta situación permite a los partidos comunistas conducir a la lucha también a los obreros que no tienen una conciencia política desarrollada.

Los partidos comunistas tienen la posibilidad de invitar a estos trabajadores a acciones unitarias por reivindicaciones concretas inmediatas que consistan en la defensa de los intereses amenazados por la ofensiva del capital.

Con ese objetivo, los comunistas proponen una acción común de todas las fuerzas proletarias encuadradas en las organizaciones de las más diversas tendencias.

Esta táctica no debe entrar nunca en contradicción con la tarea fundamental del partido comunista: es decir, la difusión en el seno de la masa obrera de la conciencia de que solo el programa comunista y el encuadramiento organizativo en torno al partido comunista le conducirá a su emancipación.

Las perspectivas del frente único son dobles. La invitación al frente único servirá para una campaña contra los programas y la influencia de las demás organizaciones proletarias si ellas rechazan la invitación a la acción hecha por los comunistas; es evidente, en ese caso, la ventaja del partido comunista. Si por el contrario se unen a una acción en la que participen todas las organizaciones proletarias y todo el proletariado, el partido comunista procurará conseguir la dirección del movimiento cuando las condiciones generales permitan conducirlo a una salida revolucionaria. Cuando esto no sea posible, el partido comunista debe intentar por cualquier medio -a través de las vicisitudes de la lucha, de un éxito parcial de esta, o dado el caso, de que un fracaso fuese inevitable- convencer a las masas de que el partido comunista es el mejor preparado para hacer prevalecer la causa del proletariado. El partido comunista, si ha hecho antes una campaña con las propuestas precisas que garantizan el éxito de la lucha, podrá, con la participación en primera línea de sus fuerzas en la acción común, hacer que las masas se convenzan de que la victoria solo será posible cuando entre las masas no prevalezca la influencia de las organizaciones no comunistas.

Por tanto, la táctica del frente único es un medio para la conquista de una preponderante influencia ideológica y organizativa del partido.

La instintiva tendencia de las masas a la unidad debe ser utilizada cuando puede servir al empleo favorable de la táctica del frente único; debe ser combatida cuando conduce al resultado opuesto.

El grave problema táctico del frente único presenta unos limites fuera de los cuales nuestra acción faltaría a nuestros propios fines. Estos limites deben ser definidos de acuerdo con el contenido de las reivindicaciones y de los medios de lucha propuestos, y en relación a las bases organizativas propuestas o aceptadas como plataforma de las fuerzas proletarias.

Las reivindicaciones que el partido comunista proponga para el frente único deben ser tales que no estén en contradicción con los programas de los diferentes organismos que forman la coalición, y alcanzables con métodos de lucha que ninguno de esos organismos rechace por principio.

Solo de ese modo se podrá hacer una campaña contra las organizaciones que rechacen su adhesión a la propuesta de frente único: en caso opuesto solo de ese modo será posible utilizar a favor de la influencia comunista el desarrollo de la acción.

Todas las reivindicaciones perseguibles con la acción directa del partido se pueden plantear: la defensa de los salarios y de las condiciones de trabajo de la industria y de la agricultura, la lucha contra los despidos y el desempleo, la defensa efectiva del derecho de asociación y agitación.

Como medios de lucha pueden ser propuestos todos aquellos que el partido comunista no rechaza para sus propias acciones independientes, y por tanto todas las formas de propaganda, de agitación y de lucha en las que la clase proletaria se coloca netamente y declaradamente contra el capital.

Finalmente, las bases de la coalición deben ser tales que, siendo conocido por la masa el conjunto de las propuestas comunistas, incluso cuando los otros organismos proletarios no las hayan aceptado, pero a pesar de ello inicien una acción general proletaria (por ejemplo: usando los mismos medios de lucha aconsejados por el partido comunista -huelga general, etc..- pero con otros objetivos), el partido comunista, no sintiéndose extraño en la acción común, pueda sin embargo hacer recaer la responsabilidad de la dirección de esta sobre los otros organismos en caso de derrota del proletariado.

Por tanto, el partido comunista no aceptará formar parte de organismos comunes a varios organismos políticos, que actúen con continuidad y responsabilidad colectiva, en la dirección del movimiento general del proletariado. El partido comunista evitará también coparticipar en declaraciones comunes con partidos políticos, cuando estas declaraciones contradigan en parte su programa y sean presentadas al proletariado como resultado de acuerdos para encontrar una línea de acción común.

Especialmente en los casos en los que no se trate de una breve polémica publica con la que se invite a los otros organismos a la acción, previendo con seguridad que estos la rechazaran, pero existiendo la posibilidad de llegar a una lucha en común, se deberá efectuar el centro dirigente de la coalición por medio de una alianza de organismos proletarios de carácter sindical o similar. De tal guisa este centro se presentará a las masas como conquistable por parte de los diferentes partidos que actúan dentro de los organismos obreros.

Solo de esa manera se asegurará el empleo útil de la táctica de la unidad de frente incluso a través de una acción que por la influencia de los oportunistas, finalice en una victoria incompleta o en una derrota de la clase obrera.
 

El gobierno obrero

Las reivindicaciones inmediatas que interesan al proletariado pueden también estar ligadas a la política del Estado.

Estas reivindicaciones deben ser formuladas por el partido comunista y propuestas como objetivos de una acción de todo el proletariado conducida mediante una presión externa sobre el gobierno, ejercitada con todos los medios de agitación.

Cuando el proletariado se encuentra ante la constatación de que para conseguir esas reivindicaciones es necesario un cambio de gobierno, el partido comunista debe basar en este hecho su propaganda a favor del derrocamiento del poder burgués y la dictadura proletaria: lo mismo que debe hacerse cuando los trabajadores constatan que sus peticiones económicas no pueden ser conseguidas en el cuadro de la economía capitalista.

Cuando el régimen de gobierno se encuentra, por la relación de las fuerzas sociales, en una situación crítica, es necesario hacer de la caída de éste no una simple consigna de propaganda, sino una reivindicación concreta accesible a la masa. Tal reivindicación (el poder a los Soviets, a los Comités de Control, a los Comités de la Alianza Sindical) puede ser dirigida a los trabajadores de todos los partidos y a los sin partido representados en esos organismos. Todos los trabajadores serán llevados a aceptarla incluso contra sus jefes. Esto se encuadra en la tarea política propia del partido comunista, ya que su realización comporta la lucha revolucionaria y la supresión de la democracia burguesa, y su propuesta induce en este camino a toda la masa proletaria. Pero no hay que excluir que esa consigna extraparlamentaria pueda ser lanzada incluso en el parlamento o en una campaña electoral.

Hablar de gobierno obrero como de un gobierno de coalición entre partidos obreros, sin indicar cual será la forma de la institución representativa en la que se basará ese gobierno, significa no dar una reivindicación comprensible a los obreros, sino solo dar una consigna de propaganda que confunde los términos de la preparación ideológica y de la política revolucionaria. Los partidos son organizaciones constituidas para tomar el gobierno y los partidos que forman el gobierno obrero no pueden ser aquellos que están por la conservación de las instituciones parlamentarias burguesas.

Hablar de gobierno obrero declarando o no excluyendo que este pueda surgir de una coalición parlamentaria en la que participe el partido comunista, significa negar prácticamente el programa político comunista, o sea la necesidad de la preparación de las masas para la lucha por la dictadura.

La situación política mundial no es tal como para prever la formación de gobiernos de transición entre el régimen burgués parlamentario y la dictadura proletaria: sino más bien de gobiernos de coalición burguesa, que conducirán con extrema energía la lucha por la defensa contrarrevolucionaria. Si tuviese que haber gobiernos de transición, es una necesidad de principio para el partido comunista dejar la responsabilidad de dirigirlos a los partidos socialdemócratas, hasta que sea evidente que se basan en las instituciones burguesas. Solo así el partido comunista puede dedicarse a la preparación de la conquista revolucionaria del poder y a la herencia del gobierno de transición.
 

La conquista de las masas desorganizadas

La existencia de fuertes y florecientes organizaciones económicas es una buena condición para el trabajo de penetración en las masas. El agravamiento de los desequilibrios de la economía capitalista crea una situación objetivamente revolucionaria. Pero ya que la capacidad de lucha del proletariado se ha manifestado insuficiente en el momento en que, tras el aparente florecimiento inmediato a la posguerra, la crisis ha aparecido en toda su gravedad, asistimos hoy al vaciamiento de los sindicatos y de todas las organizaciones análogas en muchísimos países: en otros es previsible que un fenómeno parecido no tarde en manifestarse.

En consecuencia, la preparación revolucionaria del proletariado se hace difícil, a pesar de la extensión de la miseria y del descontento.

Se plantea en primer lugar el problema del encuadramiento en los partidos comunistas de los estratos de parados y de los elementos proletarios reducidos a un estado caótico por la parálisis de la maquina productiva. Es posible que este problema con el tiempo aparezca más grave que el de la conquista de los obreros que siguen a los otros partidos proletarios, a través de las organizaciones económicas dirigidas por estos, problema bien afrontado con la táctica del frente único. Más bien, se debe considerar que, con la intensidad de la acción unitaria contrarrevolucionaria de todas las fuerzas burguesas que acompaña a la decadencia económica, se vaciaran más rápidamente los organismos económicos proletarios no comunistas. Los términos del problema de la conquista de las masas se verán modificados.

Se deberá realizar una nueva forma de organización de los intereses proletarios, debiéndose siempre basar el trabajo revolucionario en la situación real y concreta. En la fase actual se delinea la tarea de encuadrar en torno a los comités y a los órganos del frente único de las organizaciones, con oportunas formas de representación, a los estratos de proletarios sin organización. El partido comunista deberá ser el centro de la lucha y de la respuesta contra la centralización reaccionaria capitalista tendiente a imponerse sobre una clase obrera en desbandada y dispersa, y definitivamente abandonada a su suerte por la burocracia oportunista.